Texto escrito por el sociólogo español Manuel Castells a propósito de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación 2010 a su colega francés Alain Touraine.
Alain Touraine, Manuel CastellsConstituye un título de honor para la Fundación Príncipe de Asturias el haber otorgado el Premio de Comunicación 2010 a Alain Touraine, uno de los dos o tres más importantes pensadores sociales del último medio siglo. Podría sorprender que no se trate del Premio de Ciencias Sociales. Pero es apropiado que Touraine reciba un premio que se refiere a lo que él considera rasgo definitorio de nuestro tipo de sociedad: la comunicación.
En efecto, nuestro premiado conceptualiza las sociedades contemporáneas como sociedades en las que predominan las actividades de intercambio de información y de conocimiento como definitorias de la economía, cultura y política. Así salimos de la antigua conceptualización del postindustrialismo para identificar el ámbito social en el que se gestan el poder y la riqueza y, por consiguiente, las luchas sociales por el control del poder y la repartición del producto. Y es que el centro del pensamiento de Touraine es una teoría, empíricamente fundada, de los movimientos sociales, de los agentes de la transformación social.
Touraine sitúa al Sujeto en el origen de la organización social. El Sujeto está constituido por actores sociales, individuales o colectivos, que en su práctica, a partir de su conciencia, conciben proyectos de vida y construyen, a través de conflictos y negociaciones, las formas de organización social, cultural y política que llamamos sociedad. El Sujeto se concreta en movimientos sociales, que no son organizaciones o movilizaciones, aunque se apoyen en estas formas de expresión.
De las ruinas de las sociedades modernas y de sus instituciones surgen, de un lado, las redes globales de producción, consumo y comunicación y, del otro lado, una vuelta a la comunidadLos movimientos sociales son prácticas transformadoras de los valores sobre los cuales se organizan las instituciones humanas. Tal es el caso del ecologismo o el feminismo o la afirmación de los derechos humanos, como fue en su momento el caso del movimiento obrero luchando por la emancipación de los trabajadores y a través de ellos del conjunto de la sociedad. No son movimientos revolucionarios, incluso cuando sus valores puedan serlo, porque las revoluciones son procesos políticos dirigidos a la ocupación del estado, mientras que los movimientos sociales se sitúan a un nivel más profundo de la realidad social, en la transformación de nuestras mentes, en el cambio de nuestra forma de pensar y, a partir de esta construcción de la realidad en nosotros mismos, en la transformación de nuestra práctica, desde la vida cotidiana a la política. Tal es el proceso de transformación social que Touraine ha estudiado toda su vida, mediante su método de intervención sociológica y contando con su enorme erudición y conocimiento directo de sociedades en todo el mundo.
Así, estudió la formación de la conciencia obrera, el movimiento estudiantil, el movimiento antinuclear, los movimientos de liberación nacional en América Latina, Québec y Europa, el movimiento ecologista, el movimiento de mujeres y mil otras luchas y protestas sociales que han ido configurando nuestro tiempo. Junto a ello ha elaborado una rigurosa teoría de la producción de la sociedad que luego ha aplicado en multiples artículos y en 45 libros a los grandes problemas de nuestro tiempo. Su último libro, Después de la crisis (2010), analiza las raíces sociales y culturales de la actual crisis financiera y económica mostrando cómo la insostenibilidad del modelo de crecimiento especulativo de las dos últimas décadas ha ido minando los valores colectivos y las instituciones políticas hasta provocar un principio de desintegración de la sociedad. Asimismo su teoría permite plantear en términos esclarecedores el gran dilema de nuestro tiempo: ¿Podemos convivir en un mundo multicultural que es a la vez interdependiente? En su libro Iguales y Diferentes (1997) planteaba:
“Las informaciones, los capitales y las mercancías atraviesan fronteras. Lo que esta lejano se acerca y el pasado se hace presente, todo se mezcla, el espacio y el tiempo se comprimen… Pero en lugar de que nuestras sociedades se fundan poco a poco en una vasta sociedad mundial vemos deshacerse los conjuntos políticos, territoriales, sociales y culturales que llamamos sociedades, civilizaciones o países. De las ruinas de las sociedades modernas y de sus instituciones surgen, de un lado, las redes globales de producción, consumo y comunicación y, del otro lado, una vuelta a la comunidad”.
Así planteado el dilema, para Touraine la reconstrucción de la capacidad de vivir juntos nace de quienes afirman sus valores propios (mujeres, jóvenes, minorias, ecologistas) y luego los comunican para encontrar una cultura común, co-producida y co-gestionada. Construir el sentido de la vida a partir de valores es lo que constituye el sujeto. Y compartir proyectos de vida en un espacio común es lo que constituye la sociedad. Y como ya no podemos consumir, el desafio es sustituir la sociedad de consumo por la cultura de comunicación. Necesitamos las ideas del maestro en un mundo en crisis y desorientado. Porque no hay nada más práctico que una buena teoría.
Manuel Castells
22/10/2010