(…) A mi me hicieron tocamientos en los senos, me apretaban y me pellizcaban, luego nos ordenaron subir a una camioneta con las camisetas sobre nuestros rostros, en eso me bajaron mi pantalón junto con la pantaleta y me hicieron tocamientos, nos encimaron uno encima de otro, y yo quedé casi a mero abajo y sentía que me faltaba el aire y aún así me alcanzaron a golpear en las partes (señala sus piernas) que quedaban descubiertas. Luego nos ordenaron sentarnos y yo seguía con la camiseta sobre mi rostro, por lo que tenía al descubierto el brassier, me lo empezaron a jalar y me pellizcaron, ahí también sentí que me mordían los senos, nos gritaban que las viejas eramos unas pendejas, unas putas, uno decía, “mira cuánta vieja, que rico!”. Cada vez que me tocaban, escuchaba que le decían a mi pareja “así te la coges cabrón?”. Cuando vieron que tenía un tatuaje en mi espalda se ensañaron más y me golpeaban más en la espalda, iba hincada con la cara agachada y las manos atadas atrás. El camino duró como cuatro horas, y en ese tiempo también sentí que un policía quería meter su mano en mis partes, pero no me dejé me moví todo lo que pude, y sólo sentí que desde atrás me empezó a patear en mis genitales. Escuchaba que mujeres extranjeras iban gritando “ya déjenme”, y a todas nos decían, “tu vas a ser mi puta para siempre” o “así le va a ir a tu mamá”. Cuando llegué al penal me dí cuenta que a las más jóvenes les había ido peor, y que a las señoras las habían golpeado con más saña. A mi sólo me dieron medicamento para el dolor.
Testimonio de una mujer víctima de la brutalidad policiaca del pasado 3 de mayo en Atenco, Estado de México. Extraído de Atenco: Estado de derecho a la medida