Traducción de una breve entrevista a la socióloga filipina Gwénola Ricordeau con motivo de su última publicación Les détenus et leurs proches : solidarités et sentiments à l’ombre des murs, donde analiza la naturaleza y condición de los lazos familiares en situación de encarcelación.
¿Cuándo realizó su estudio?
Esta encuesta duró 8 años. La realicé tanto con los familiares de los detenidos, como visitante en la prisión y finalmente como socióloga. En las prisiones el recibimiento fue bueno. Las entrevistas con los familiares duraban al menos hora y media. Sin embargo es difícil volver a ver a las personas ya que están muy ocupadas: las 3 visitas a la cárcel por semana, abogados, búsqueda de empleo.
Un detenido dice: “Cuando se comete un robo hay una celda psicológica para las víctimas, pero no apoyo para nuestros familiares“.
No se toma conciencia de sus casos. El 95% de las salas de visita están en lugares sin intimidad. En prisión no hay más comunicación. No hay teléfono y algunos tienen dificultades con la escritura. Cuando un detenido se suicida el codetenido es transferido sin apoyo psicológico. La familia del difunto es avisada por teléfono.
¿Con frecuencia el dinero es un problema?
Para mejorar lo ordinario la vida en prisión es cara: alquilar un refrigerador o la televisión, comprar comida, productos de higiene, pasta de dientes, zapatos, revistas, tabaco… Es necesario contar con 100€ por mes. No hay trabajo para todo el mundo en prisión y además es mal pagado.
Con frecuencia la humillación es evocada en los testimonios
Los familiares tienen la impresión de estar en la cárcel, de sufrir la pena. La cárcel es un rotulador social. No se recupera el tiempo perdido adentro. Es la privación de la libertad, pero también de la sexualidad. En las salas de visita las parejas sólo están separadas por un murete.
El proceso judicial es un momento crucial…
Todo se juega en poco tiempo y el lenguaje judicial es complicado. También los familiares tienen el sentimiento de ser juzgados. Se sienten descalificados. Un hombre me confió que ese fue el momento más duro en 20 años de prisión. Para mí una condena sin salida equivale a la muerte todos los días.
Todos esos testimonio son duros. ¿No hay momentos alegres?
Sí, sí. Se ríe con la correspondencia, en las salas de visita. La vida continúa. Hay niños y reuniones.
Traducción a cargo de Christian Hdez Pérez
sociologiac.net