“Entre los juegos de competición de las antiguas Olimpiadas estaba el pancration, una especie de lucha sobre la arena que constituía uno de los acontecimientos más populares. Pero el nivel de violencia permitido en este duelo habitual era muy distinto del que se permite en la lucha libre contemporánea. Así, Leontiskos de Mesana, quien en la primera mitad del siglo V ganó dos veces la corono olímpica de lucha, obtuvo sus repectivas victorias no derribando a sus adversarios sino rompiéndoles los dedos de las manos. Arraquion de Figalía, dos veces campeón olímpico de pancration, fue estrangulado en el año 564 durante su tercer intento de ganar la corona olímpica, pero antes de morir logró romperle a su oponente los dedos de los pies, y el dolor obligó a este último a abandonar el combate. Los jueces, por tanto, impusieron la corona al cadáver de Arraquion y proclamaron vencedor al hombre ya difunto. Después sus compatriotas le erigieron una estatua en el mercado de su ciudad. Al parecer ésta era la costumbre. Si un hombre moría en algún juego de los grandes festivales, su cadáver era coronado vencedor. Pero el sobreviviente, aparte de quedarse sin la corona —motivo ya muy serio de vergüenza— no recibía castigo alguno ni, por lo que se ve, su acción quedaba marcada como estigma social. Morir, ser lesionado muy gravemente o hasta quedar incapacitado de por vida eran riesgos que todo luchador de pancration tenía que asumir.”
Norbert ELIAS, “El deporte como problema sociológico” en Deporte y ocio en el proceso de la civilización